martes, 3 de marzo de 2009


Hay algunos días en que sientes que nada vale la pena, que tan solo quieres hundirte en ese hoyo de desesperación y no ver a nada ni a nadie, que tan solo quieres desaparecer. Pues bien, así se sentía ella, desesperada, sola, hundida... Se encontraba sola en su habitación, sin saber como quitarse ese sentimiento de encima, tan solo queria huir de todo y todos. Salió de casa, y condujo sin rumbo durante algunas horas, tratando de encontrar un lugar donde pudiera sentirse mejor; Sin motivo alguno se bajo en un pequeño parque, y se sentó en el césped, y se tiró mirando al cielo, se estaba preguntando porque la vida era tan injusta cuando sintió que alguien se sentó junto a ella, se sento de nuevo y lo miró, jamás lo había visto... o eso parecía. La miro como si la conociera de toda la vida y le preguntó con toda confianza "¿Te encuentras bien?", ella no sabía que responder, ¿Porqué un extraño de repente se sentaba junto a ella y le preguntaba como estaba? No tenía sentido alguno, aunque tal vez no debía tenerlo. "Si..." dijo ella con voz insegura, el la miro con unos ojos de tranquilidad y respondió "Tú sabes que eso no es cierto ¿Quieres hablar?"; ella se levantó de un sobresalto, la estaba asustando ¿Desde cuando los extraños se preocupan por tu vida?, comenzó a caminar alejandose de el, pero el se levantó y la tomo del brazo "¡Déjame!" exclamó ella tratando de liberarse casi histericamente "Jamás lo haré" dijo el suavemente, ella se detuvo y lo miró allí, fijamente... Algo era familiar, algo en su rostro, esos ojos... ¿Podría ser el?, ¿Era posible? "Pero... ha pasado tanto tiempo..." pensó para si misma. El al ver su cofusión la tomó de la mano y le dijo "Ven, sientate, vamos a hablar... Alejandra".

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